R Marcos Mota

04/08/2019

Una conversación con el más allá 

Satán: Cari, ¿entonces qué? 

Reptiloide: Nada, una brecha.

Satán: ¿Cómo que una brecha? 

Reptiloide: Pues eso, una brecha. Era de esperar. En el fondo es lo que toca. Además, no hubiésemos podido evitarlo. 

Satán: Durante el romanticismo los enamorados se suicidaban para evitar abrir esta u otra brecha. Situaban la brecha en el extremo del uno al otro, distanciándose. 

Reptiloide: Tú antes que nadie deberías saber que eso fue pura literatura. El suicidio era un espectro, una proyección sobre el papel. La diferencia sentimental entre la melancolía romántica y la posmoderna es la desaparición del papel, del lienzo, u otro soporte semi-rígido. No era el soporte lo que desviaba la muerte, sino que en la desviación en sí se escondía propia la pulsión de muerte... por eso, al desaparecer el soporte, no es que desapareciera la muerte, sino que desapareció el volumen, la escultura, el cuerpo. Pero hasta ahí por lo menos deberías entenderlo. Qué pretendías, ¿suicidarte tú por mí? Bastante inviable, ¿no crees? 

Satán: No te enfades, pichón... 

Reptiloide: No me enfado, trataba de explicarte, precisamente, que tras la brecha nadamos en la ambigüedad e intercambio arbitrario de antónimos. Por eso no puedo decir con certeza ni que estoy enfadada, que entiendes o no el suceso de la brecha... ni siquiera puedo afirmar que nos correspondemos, ni que estamos coincidiendo en el mismo tiempo, espacio o conversación. Probablemente no se pueda afirmar ya nada. 

Satán: Me duele tanto... quiero decir, causarte esa pena. 

Reptiloide: Deja de afligirte, la culpa no fue tuya, fuimos ambas, simultáneamente. 

Satán: Sí. Parecía imposible pero de repente se convirtió en inevitable el cruzar nuestros caminos. Tú caíste, y yo, por el contrario... 

 Reptiloide: Lo sé, cari. 

Satán: Sin embargo, a pesar de percibir nuestra colisión como una totalidad anacrónica y omnipresente, me pregunto sobre nuestra continuidad. ¿A caso se trata del infinito? 

Espejo: No, Satán. Esa es tu simple percepción melancólica. Vuestra continuidad es la brecha. Infinito, anacronismo, omnipresencia, son valores absolutistas. Éstos son vuestra percepción como símbolos, pero lo importante no es esa percepción, puesto que vosotras, como símbolos descarnados, guardáis la más certera pulsión de muerte. Lo importante y lo que sigue es la brecha, pues vuestro choque no es más que necrofilia utópica. 

Reptiloide y Satán: ¿Qué estás insinuando? 

Espejo: Lo siento. 

Reptiloide: De todos modos, nosotras estamos dentro de la brecha. Los límites entre lo que es símbolo y lo que no, lo que tiene carne y lo que no, no son claros. De hecho, la percepción de la carne, desde la brecha, ya no es clara. 

Satán: Por eso abandonamos nuestros reinos. Nuestros reinos se volvieron inútiles. Perdieron sus límites, hasta su aspecto. 

Reptiloide: Peque, no sabría decirte qué fue la causa y qué el efecto. Probablemente fue simultáneo, como nuestro encuentro. 

Satán: tienes razón, cari. Pero sigo sin acabar de comprender lo de la continuidad y la brecha. 

Reptiloide: Bueno, no podemos concebir la continuidad a través de la brecha como algo que se ha producido después de esta, sino antes. Habríamos de suponer que algo se gestó antes de la brecha y que, tras esta, se filtró, desparramándose. 

Sombra: Desparramándose hacia otra dimensión. O incluso en plural, otras dimensiones. 

Satán: Esto se me escapa, Creo que ni siquiera puedo hacer una suposición mental sobre otras dimensiones; ni siquiera nadando ahora en una que no era la mía, y que como bien decía Espejo, es absoluta. 

Reptiloide: Y si ni así... 

Croma: Precisamente. La continuidad, la brecha, os ha encerrado en vuestra propia ansia. Vuestro absolutismo ha pasado a ser una confusión, un gris, una capa neutra, transparente, que me ha abierto paso más allá de la brecha. Satán, Reptiloide, es inútil que sigáis hablando; basta con que os améis. Y vosotros, los de la brecha, tened en cuenta que soy fácilmente corruptible, tomable, investible. Cuidadme con pinzas con el mismo sentimentalismo con el que se aman los símbolos opuestos. Cuidadme porque, a diferencia de ellos, mientras me cuidéis, permaneceré viva. 

Sombra: ¡Espejo! 

Espejo: Dime. 

Sombra: Lo siento.

Su vida en fotos_ 

En la España de la transición habían tres transexuales que ponían silicona. En Madrid estaban la Valquiria y la Tonicha. La Valquiria tenía su título porque era enfermero en su país. La Tonicha ponía y te la manejaba. La tercera, Marisol, empezaba a ver como se le caía el cielo encima. La habían tendido una trampa ante las cámaras. Cristina, acostumbrada sólo al escándalo, disparaba contra todo, cebándose con Marisol. Lo que comenzó en un programa del corazón termina en los tribunales. Tan solo cinco años antes ni la prensa sabía la diferencia entre travesti y transexual, pero hoy parecía rotundamente inmoral y condenable que tres tristes transexuales inyectasen silicona en sus casas a cambio de dinero. Desde luego, salía mucho más barato que viajar a Londres o a la India y volver mujerizada.

Telecinco, la cadena de Berlusconi que imita un modelo de televisión americano donde reina el morbo y el escándalo con fines de adoctrinamiento político, institucionaliza la dicotomía trans buena versus trans mala. CleanTrans versus TrashTrans. Transexual fina con vagina contra transexual vulgar, prostituta y con pene. Fue la misma cadena que pagó la vaginoplastia televisada a Amor de Gran Hermano después de que un grupo de espontáneos comenzó a vitorear "Amor tiene rabo" a las puertas de la casa-plató, tan fuerte que se escuchó en directo. Marisol, atrapada en directo, queda representada como vestigio de un pasado sobre el que aplicar un castigo ejemplar. Testigo de una época sobre la que, como en el cambio de sexo legal, es mejor borrar el pasado.

Carla aparca el coche. Había quedado con una periodista para hablar de la organización Hazte oír. Por lo visto, se trata de una empresa ultraconservadora que cotiza en lo que internet llama Big Data, es decir, flujo de información personal y temas de interés en internet (traducido en cooquies y perfiles en redes sociales) monetizado para el inerés de las multinacionales. Esta empresa es una más de las que se dedican a lo que podemos llamar «influencia de la información», centrándose en obtener titulares a través de la polémica y banalizando urgencias de liberación sexual como el transfeminismo. Por eso, y para no darle más crédito, no repetiremos su nombre en éste relato. Desde hace unos años, se centra en el tema trans, con eslóganes como Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Más tarde, han empezado a interpelar el discurso feminista y las leyes de igualdad ante la violencia de género con el hashtag feminazi. Hoy Carla está hasta el coño. No tiene gana alguna de perder el tiempo discutiendo o gastando dinero en un café para rellenar minutos del programa televisivo. Sale del coche y va al grano.

-Mira, éste es el último manual que reparten en escuelas. En su portada, ahora han estilizado a los niños en dibujo vectorial, pero en éste otro, que era la primera versión del manual, ya estaban haciendo el saludo fascista a una bandera arcoiris. La primera versión era un burdo fotomontaje, y yo, buscando, encontré que en la foto original que habían usado los niños levantaban el brazo a un cartel con la cara de Franco. Es una verguenza y un insulto que ésta organización utilice el gesto fascista de alguien que nos persiguió y nos encarceló durante años para encima decirnos que estamos haciendo lo mismo. Están tapando con nuestros colores a nuestro peor enemigo. Y sin más que añadir, se sube al coche y se larga.

Atardece mientras Sonia termina de arreglarse el pelo. Parece que el invierno no termina de llegar nunca, lo que es bueno para el negocio. Se planta en su esquina y saluda cándidamente a los pocos coches que circulan. Pasan las horas sin mucha suerte. Hoy no hay partido, lo que apunta que el panorama va a seguir igual de muerto. "A la mierda, la noche es joven" dice, "y yo más" y va a buscar a su amiga Rebeca, un par de tramos más allá. Compran una litrona y deciden librar lo que queda de jornada. Dejan atrás las luces centelleantes de los pocos coches que circulan y se cuelan en el parque de la Ciutadella. Bajo la luna, casi llena, beben, fuman y ríen.

A esas horas, la Ciutadella, lejos del picnic familiar de los domingos, es una ciudad prohibida llena de mendigos, yonkis, homosexuales y putas. Entre el paisaje, casi bucólico, de paraíso marginal, un grupo de neonazis irrumpe montando barullo. Caminan, efervescentes de odio, speed y hormonas, camuflándose entre las sombras de los arbustos.

En un segundo se abalanzan sobre ellas con puños americanos y bates de béisbol.

Después lo harían sobre un grupo de tres mendigos sin darles tiempo a despertar del sueño.

Amanece otro día en este octubre de mil novecientos noventa y uno en una Barcelona que ha de ser moderna a ojos del mundo. El acelerado barrido de barriadas chavola y grandes carteles de diseño son parte del maquillaje con el que va a recibir los próximos juegos olímpicos. Pero esa mañana, el discurso del progreso se vio amenazado por las historias de una transexual que, llena de moratones, explica como un grupo de neonazis han matado a su amiga Sonia, o la de un sintecho que, ciego a patadas, había escapado a tientas de no-sabía-qué.

-Tranquila cariño, éste es el paso para convertirte en una starlet.

-Ya Pedro, pero lo de Manolo...

Su vida en fotos: tras muchos años de ambigüedad sexual, Bibi Andersen deja de ser Manolo, reza la portada de Interviú.

Interviú en España no funciona como Playboy en Estados Unidos. Su empresa en la transición española no contribuirá a definir el estilo y usos del ambiente doméstico "resexualizado", sino que, como Andrea Caracortada en Kika, conjugará el destape escopofílico con el escándalo político; constituyéndose como como "prensa liberal", tótem, tabú y paradigma estancado del pensamiento izquierdista de base.

No es coincidencia que tanto Bibi Andersen como Victoria Abril aparezcan en las películas "Cambio de sexo", de Vicente Aranda, y Kika, de Pedro Almodóvar.

Mientras la primera forma parte del cine del destape, la segunda trata de teorizarlo, abstraerlo y de paso, enterrarlo... a medias. El artículo de Interviú es el nexo entre ambas películas y entrelíneas para la subtrama ocurrida en esa elipsis de dieciséis años, que no son pocos para cuatro páginas de papel cuché. "El secreto mejor guardado del cine español se desvelará con el estreno de Kika", dice.

Y de ésta frase, se desprende:

1- Que el clímax del papel de Bibi como actriz en ambas películas consistió en enseñar sus genitales; mostrando un pene en 1977 y una vagina en 1993.

2- Que el cine del destape español fue una fagocitación acelerada de los traumas de la dictadura católica, apostólica y romana franquista en relación al inconsciente colectivo social. Que el cine del destape necesita aún ser diseccionado bajo una mirada antropológica, audiovisual, y sobretodo feminista.

3- Que hay dos hechos, o dos broches que cierran el cine del destape. Como presagio, el asesinato de Sandra Mozarowsky, también en 1977, y la vaginoplastia de Bibi Andersen, en 1993.

4- Que el resultado de la vaginoplastia de Bibi en la gran pantalla hizo a su vez de demostración asimilacionista y pedagogía normalizadora para trans y cis, hecho clave para a la incorporación legal de un protocolo de cambio de sexo en España.

5- No solamente que el sexo vende, sino que la sexualidad se va a cooptar más y más por la categorización de la pornografía, hasta el punto de que asimilemos que sexo es, únicamente, lo que la pornografía retrate.

Marisol sale hoy de la carcel de hombres. Nadie pagó su fianza y tuvo que acogerse a un abogado de oficio. Su gato, su perro y su loro viven ya con otras familias, pero no tiene ánimos, energía o ganas para pedirlos de vuelta. Viste una gorra y un chándal. Aún cargada con los pocos enseres personales confiscados durante todo ese tiempo, se dirige al Cosmos para tomarse un café.

Bajando por las ramblas ve las portadas gastadas de la Time y la Vanity Fair, donde posan unas triunfantes Laverne y Caitlyn. Pasa unas páginas, nerviosa. Jennicet, activista trans latinoamericana, abucheada en una conferencia de Obama para celebrar el mes LGTB: "en los centros de extrangería maltratan y violan a las trans!". Coge otra revista. Las aventuras de Bibiana en supervivientes. Otra más. Obama consigue rebajar la condena de Chelsea, que al iniciar su cambio de sexo al entrar en prisión fue commutada de la carcel de hombres. Se aleja del quiosco, mareada, y sigue rambla abajo. Llega al Cosmos, que milagrosamente sigue en pié, tal y como lo recordaba. Seguramente más sucio.

-Cielo, ponme un carajillo, por favor. Bien cargado.

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